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letra de la pobre gente - cinexfilo

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[intro]

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tengo un gran material que es necesario, pues entonces rapeare al estilo librе
disfruten este rap basado еn un poema, gracias por su atención

[verso 1]

es de noche. la choza es pobre, aunque segura
sombrío es su interior, mas algo se percibe que irradia entre las sombras de su oscuro crepúsculo
redes de pescador cuelgan de sus paredes
y al fondo, en un rincón, una vajilla humilde
encima de un arcón, destella vagamente
y una gran cama adviértese, echadas sus cortinas
cerca, un colchón se extiende sobre unos viejos bancos
y cinco niños sueñan en él como en un nido de almas
el hogar donde unas llamas velan, alumbra el techo oscuro, y una mujer, de hinojos
la frente sobre el lecho, reza y piensa, agitada
es su madre. está sola. blanco de espuma, afuera
contra el viento, las rocas, las sombras y la bruma
el torvo océano lanza sus oscuros sollozos

su hombre está en el mar. marino desde niño
contra el siniestro azar libra una gran batalla
llueva o truene, sin falta ha de salir él siempre
pues las criaturas tienen hambre. al atardecer
parte cuando las aguas profundas van subiendo
del dique, los peldaños
la mujer quedó en casa cosiendo viejas telas
remendando las redes, cuidando los anzuelos
ante el hogar velando la sopa de pescado
y a dios luego rezando cuando los niños duermen
él, solo, combatido del mar, cambiante siempre
se adentra en sus abismos y se pierde en la noche
¡qué esfuerzo! todo es negro y frío, nada luce
en los rompientes, entre las delirantes olas
el buen banco de pesca y, sobre el mar inmenso
el lugar móvil, negro, cambiante y caprichoso
tan querido a los peces de aletas plateadas
no es más que un punto sólo, grande como dos chozas
mas, de noche, en diciembre, con niebla y aguacero
para encontrar tal punto sobre el desierto inquieto
¡cómo hay que calcular el viento y la marea
y combinar con tino todas las maniobras!
bordéanlo las olas como culebras verdes;
el mar tuerce y se encrespa sus pliegues desmedidos
y hace gemir de horror los pobres aparejos
sueña él con su jeannie, solo en el mar helado
y ésta, llorando, llámalo, y entrambos pensamientos
se cruzan en la noche cual dos divinos pájaros
ella reza, y la alondra con su burlón graznido
importúnale, y entre escollos derruidos
le aterra el océano, y mil distintas sombras
su espíritu atraviesan, de mar y marineros
llevados por la cólera furiosa de las olas;
y mientras, en su caja, cual sangre en las arterias
el frío reloj late, vertiendo en el misterio
el tiempo gota a gota, inviernos, primaveras
las varias estaciones; y estas palpitaciones
abren para las almas, y a modo de bandadas
de azores y palomas, por un lado, las cunas;
(las tumbas por el otro

ella medita y sueña: —”¡oh dios, cuánta pobreza!”
sus hijos van descalzos en invierno y verano
no comen pan de trigo, sólo pan de cebada
¡oh dios, el viento ruge como un fuelle de fragua!
el mar bate en la costa como si fuera un yunque
y las estrellas huyen entre el negro huracán
como un turbión de chispas por una chimenea

es ya la medianoche, la hora en la que ésta
como jovial danzante ríe y juguetea
bajo antifaz de raso que iluminan sus ojos;
la hora en que medianoche, bandido misterioso
de sombra y lluvia lleno y su frente en el cierzo
toma a un pobre marino tembloroso y lo estrella
contra espantosas rocas que aparecen de pr-nto
¡qué horror!, el hombre cuyos gritos el mar sofoca
siente ceder y hundirse la barca en que naufraga
y mientras siente abrirse las sombras y el abismo
bajo sus pies, ¡aún sueña con esa vieja argolla
de hierro, de su muelle, bañado por el sol!
estas tristes visiones su corazón conturban
negro como la noche. y ella tiembla y solloza

¡oh la pobre mujer del pescador! qué horrible
es tener que decirse: —”todo cuanto yo tengo
hermano, padre, amante, mis hijos más queridos
el alma de mi alma, están en ese caos
perdidos, mi corazón, la carne de mi carne.”
¡ser presa de las olas es serlo de las bestias!
pensar —¡cielos!— que el agua juegue con sus cabezas
desde el hijo, grumete, al marido, patrón
y que el viento soplando por sus trompas horribles
sobre ellos desate su larga y loca trenza
y tal vez a esta hora se encuentren en peligro
sin que saber podamos lo que están ahora haciendo
más que para enfrent-rs- a ese abismo sin fondo
a esas oscuras simas donde no hay ni una estrella
¡tienen sólo una plancha con un poco de tela!
¡terrible angustia! corren todas sobre las rocas
las olas suben; háblanles, grítanles: —”devolvédnoslos”
mas ¡ay! qué es lo que puede decirse al pensamiento
del mar, siempre sombrío, y siempre trastornado!

jeannie está aún más triste. ¡su esposo está allá solo!
en esta áspera noche, bajo el frío sudario
sin ayuda. sus hijos son aún pequeños. madre
dices: “¡si fueran grandes! ¡qué solo está!” ¡quimeras!
mañana, cuando partan ya acompañando al padre
dirás entre sollozos: “¡oh, si aún pequeños fueran!”
toma ella su linterna y su capote. es la hora
de ir a ver si regresa y si la mar mejora
si ya es de día y el mástil muestra su gallardete
¡vamos! de casa sale. la brisa matutina
no sopla aún. no hay nada. no está esa línea blanca
en el confín en donde se aclaran las tinieblas
llueve. oh, qué siniestra la lluvia, de mañana
parece que el día tiembla, que está incierto y dudoso
y que al igual que un niño, llora al nacer el alba
sale. no hay luz alguna en ninguna ventana

de repente, a sus ojos que buscan el camino
con una rara mezcla de lúgubre y de humana
una pobre casucha, decrépita, aparece
sin luz ni fuego alguno; su puerta bate el viento;
sobre sus viejos muros hay un techo oscilante
y el cierzo en él retuerce repugnantes rastrojos
sucios y amarillentos como un río revuelto

“¡vaya!”, no me acordaba de esta pobre viuda
—se dice—; mi marido la encontró el otro día
enferma y solitaria; voy a ver cómo anda”

golpea ella la puerta; escucha, no hay respuesta
y jeannie bajo el viento del mar tirita y tiembla
“¡enferma! ¡y sus hijos andan tan mal nutridos!…
no tiene más que dos, pero está sin marido”
golpea otra vez la puerta. “¡eh, vecina, vecina!”
pero la casa calla. “oh dios —se dice inquieta—
¡cómo duerme que no oye ni aun tras llamar tanto!”
pero esta vez la puerta, como si de repente
los objetos sintieran una piedad suprema
triste, giró en la sombra y abrióse por sí misma

entró, y su linterna iluminó la negra
estancia muda al borde de las rugientes olas
como por un cedazo caía agua del techo

yacía al fondo echada una terrible forma;
una mujer inmóvil, descalza y boca arriba
con la mirada oscura y un espantoso aspecto
un cadáver; —un tiempo madre jovial y fuerte—;
el desgreñado aspecto de la miseria muerta;
los despojos del pobre tras su tenaz combate
pender dejaba ella un frío y yerto brazo
con su mano ya verde, en medio de la paja
y brotaba el horror de aquella boca abierta
por la que alma, huyendo, siniestra, había lanzado
¡el grito de la muerte que oye la eternidad!
cerca donde yacía la madre de familia
dos niños muy pequeños, un varón y una hembra
en una misma cuna sonreían en sueños

sintiéndose morir, su madre habíales puesto
sobre sus pies su manto, sus ropas sobre el cuerpo
para que en esa sombra que nos deja la muerte
no hubieran de sentir perderse la tibieza
y así calor tuvieran en tanto que frío ella

¡cómo duermen los dos en esa pobre cuna!
su aliento es apacible y sus frentes serenas
cual si no hubiera nada capaz de despertarlos
ni siquiera las trompas del juïcio final
pues que, inocentes siendo, a juez ninguno temen

la lluvia ruge afuera cual si fuera un diluvio
del techo, a veces, cae con las rachas del viento
una gota de lluvia sobre esa frente yerta
y corre por su rostro cual si fuera una lágrima
las olas suenan como la campana de alarma
la muerta oye la sombra con expresión absorta

pero jeannie ¿qué ha hecho en casa de la muerta?
bajo su amplia capa ¿qué es lo que ella se lleva?
¿qué es lo que transporta al salir de la puerta?
¿por qué su pecho late? ¿por qué apresura el paso?
¿por qué así, vacilante, entre las callejuelas
corre sin atreverse a volver la cabeza?
¿qué es, pues, lo que ella oculta con un aire turbado
entre su lecho en sombras? ¿qué puede haber robado?

cuando ella entró en su casa, las rocas de la costa
blanqueaban ya. una silla puso junto a su cama
y se sentó muy pálida, cual si un remordimiento
la abatiese. su frente puso en la cabecera
y, por unos instantes, con voz entrecortada
habló mientras que lejos, ronca, la mar bramaba

“—¡pobre hombre, dios mío! ¿qué va a decir? ¡ya tiene
tantas preocupaciones! ¿cómo pudo ocurrírseme?
¡cinco niños a cuestas! ¡y trabajando tanto!…
¿no habían bastantes penas, y ahora voy a darle
otra más?… —oh, ¿es él? no, aún no. hice mal
diré, si me golpea: tienes razón. ¿es él?
aún no. mejor. la puerta tiembla como si alguien
entrara. pero no. ¡pobre hombre!, oír
que regresa él ahora ¿es que va a darme miedo?”
luego jeannie quedóse temblando y pensativa
cada vez más hundiéndose en una angustia íntima
perdida entre sus cuitas igual que en un abismo
sin escuchar siquiera los ruidos exteriores
los negros cormoranes volando vocingleros
las olas, la marea, la cólera del viento

ruidosa y clara abrióse la puerta de repente
dejando un blanco rayo entrar en la cabaña
y el pescador, alegre, con sus chorreantes redes
en el umbral mostróse, y “así es la mar”, le dice

jeannie gritó: “¡eres tú!”, y fuerte contra el pecho
estrechó a su marido cual si fuera un amante
y besó su chaqueta arrebatadamente
en tanto que él decía: “¡aquí estoy ya, mujer!”
y mostraba en su frente, que el fuego esclarecía
su alma franca y buena que jeannie iluminaba
“—me han robado —le dice—; el mar es una selva.”
“—¿qué tiempo ha hecho? —duro. —¿y la pesca? —muy mala
pero mira: te abrazo, y ya me siento a gusto
no pude pescar nada, y destrocé las redes
el diablo andaba oculto en el viento que aullaba
¡qué noche! hubo un momento que creí entre el estruendo
que el barco se volcaba, y se rompió la amarra
pero dime, ¿qué has hecho tú durante este tiempo?”
ella sintió en la sombra un estremecimiento
“—¿quién, yo? ¡dios mío!, nada, lo que suelo hacer siempre
coser y oír rugir el mar como un gran trueno
tuve miedo”. “—el invierno es duro, mas da igual”
luego, temblando como quien se ha portado mal
“—a propósito… —dijo—, nuestra vecina ha muerto
ayer debió morir, en fin, ya poco importa
al caer el sol, después que partiérais vosotros
dos niños deja ella, muy pequeños aún
se llama uno guillaume, y la otra madelaine;
él todavía no anda, la niña apenas habla
esa buena mujer vivía en la miseria”

cobró él un grave aspecto, y echando en un rincón
su gorro de forzado, mojado por las olas
“—¡diablos! —dijo— rascándose, absorto, la cabeza
teníamos cinco niños, con éstos serán siete
ya alguna noche, a veces, sin cenar nos quedábamos
los meses del invierno. ¿cómo haremos ahora?
bueno, no es culpa mía. eso es tan sólo asunto
de dios. aun así, es un grave accidente
¿por qué habría de llev-rs- a esa pobre mujer?
¡qué cuestión tan difícil! ¡mucho mayor que un puño!
para entender todo esto, hay que tener estudios
¡criaturas!, tan pequeños no podrán trabajar
mujer, vete a buscarles, pues si se han despertado
estarán asustados de estar junto a un cadáver
es su madre ¿no ves?, que llama a nuestra puerta;
abrámosla a esos niños. vivirán con los nuestros
a todos los tendremos, de noche, en las rodillas
vivirán como hermanos de nuestros cinco hijos
cuando vea el señor que hay que buscar comida
para esos nuevos niños junto a los que tenemos
para esa pequeñina y para su hermanito
él hará que cojamos más abundante pesca
beberé sólo agua y haré doble trabajo
he dicho. ve a buscarles. mas, ¿qué tienes? ¿qué pasa?
tú sueles hacer siempre las cosas más deprisa

“—mira, aquí están”, le dice, abriendo las cortinas

[outro]

verso terminado con 2.081 palabras por cinexfilomusic

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