letra de odisea - vespo
una llamada a todo grumete sobre mi ponto:
la siguiente trama que, poéticamente, reporto
historia reales hechos con un formato corto;
abundan meses que al lector, aquí, no aporto;
tiempo en el cual desarrollé este plan lunático
aun si nada más en mi cerebro quedó esquemático
de esta forma, me mantuve absorto y flemático
hasta llegado aquel día del encuentro simpático
a las cinco de la mañana, di inicio a tal fuga;
discreto cual mantis, calmo como una tortuga
me preparé y rеcé, pues dios ayuda si madrugas
y, con eso, extrajе, de mis espantos, la puga
sin más desayuno entre mis famélicas fauces
que tal frígido tiritar por el fresco que hace
me retiré de esa casa, buscando buen cauce
hacia cualquier tranvía bello como un sauce
los callejones, por la hora, solitarios y hoscos
me eran tan desemejantes que ni uno reconozco
mientras, fui, desaliñado, con cabellos foscos
sorteando verdulerías, cimentaciones, quioscos…
así hasta que, al ir a acatar mi idea en ordo
vi el primer ferrocarril para subirme a bordo
sus coches garantizaban un ambiente sordo
posteriormente, me apañé para hacer trasbordo
aquella segunda estación poseía gran rótulo
donde pude ojear horarios sin lente o monóculo
mientras atravesaba los escáneres del módulo
debatía sobre cómo serían sus suaves ósculos
después de revis-rs- mi billete con su clave
tuve que localizar la nominación de la nave
y, ya listo, abrí esa puerta, sin urgirme llave
ávido por hallar plaza en aquel presto ave
a continuación, holgaría sentado bajo espera
viendo cómo almas abordan y ruedas aceleran
calmo, el ferrocarril se fue hinchiendo sobremanera
a la vez que circulaba desde estepas a albuferas
parada por parada, fui atravesando la península
desde avanzadas metrópolis a rurales ínsulas
quise plañir, pues aquello parecía una película
pasar entre lo real e irreal, cual virtual partícula
en cierta parte de tal ruta, redoblaron túneles
aminorando tanto el silencio como los lúmenes
hasta que, distante, noté un territorio ecúmene;
¿podía ser lar de la chica que envidian númenes?
su aldea, circundada por el densísimo bosque
era tan sosegada que me supuso feliz choque;
abundante atractivo, enfoques donde enfoques
en efecto, ella existía en alguno de los bloques
llegué a una parada, somorgujando a contralagrimal
en la cual confirió tregua tal opulencia vegetal
y sobraría toda ratificación del revisor formal
para deducir que este era mi terminal terminal
semejante apeadero se mantenía casi ahíto
por la caterva, que departía mediante gritos
conseguir salir a lo externo me fue un hito
no obstante, pude llegar al núcleo del distrito
el cielo era azulino, encerrando, en su infraestructura
viviendas que mimetizaban la romana arquitectura
proseguí mi paseo por algún puente y apertura
avanzando sobre riachos con terciada hondura
algunas rúas más allá, tras aquel viejo viaducto
recapitularía el radical plan punto por punto
mercar cualquier morada parecía vital asunto
así que rastreé, en carteles, de fondas, barruntos
ante urbana lejanía, noté un modesto hotel
donde rogar hostelaje a conserjes del plantel
y, aun si mi gaje nimio resultaba obvia hiel
se me fue facilitando algún cuchitril al nivel
ahora, poseyendo posada y alimentos ibíd
a la postre, inició a tomar forma aquel ardid;
por ende, retando a cada normativa a lid
era hora de buscar, en tal pedanía, mi quid:
según se me garantizó hace nada por escrito
la querida dama acudiría hoy a cierto corralito
jurando que, si soy agraciado por don bendito
nos toparemos en secreto al seguir lo previsto
era comprometedor ese prometer tan bárbaro
mas jamás daría desconfianza ante su lábaro
así que dejé el hostal y, bajo ardor del tártaro
me fui, a hurtadillas, al parque de san lázaro
rico en torcazas gorjeando junto a los infantes
nunca divisé glorieta tan linda en otra parte
pero no me sentía yo para despistes o arte
y decidí retomar mi tardo andar hacia avante
poco después, tomé de referencia esa cafetería
en la que civiles deleitaban suculentas ambrosías
sabiendo que había arribado a donde quería
y debía proceder con gran diligencia y gallardía
agazapado, en espera, entre el glauco follaje
cual figura amenazante de una bestia salvaje
aguardé su venida en aquel banco del paisaje
repantigado, fiándome y acatando tal mensaje
empero, tras una dilación sumamente luenga
correría, al menos, una hora desde su arenga
y dicha cita se mantenía en estadio de huelga
menoscabando tal fe que tuve en que venga
a priori, rumié si mostrarme de forma arbitraria
sin embargo, eran crudas las posibles represalias
meditaría entre acatar o no esta dicha didascalia
hasta que, súbitamente, creí sentir mi alias
de un instante a otro, igual a un veloz chispazo
tenía, comprendiéndome, a sus albos brazos
cosa que delineó, en maxilar, corvado trazo
tras tanto rato, se materializó nuestro lazo
reescribiendo tal antaña lejanía como oda
hebdómadas de mal, valieron la pena todas;
sobre todo cuando, al fin, le di aquella roda:
bruñido y urobórico anillo áurico para boda
y no nos hacía falta ni tener el mínimo diálogo
para dilucidar que ese amar resultaba análogo
mas, como grafías chicas en comercial catálogo
evocó que estar allí violaba su familiar decálogo
¡qué apabullante rilar estocó al recibir eso!
casi soslayo lo ineludible que era este suceso
el reloj se consumió y, a fin de restarle peso
me despediría de ella con un postrero beso
recogí mi macuto, imitando a reclutas castrenses
eyectando copiosos lloros aun si no lo pareciese
hube de retornar hacia ese motel con suspense
no sin antes asegurarle que volvería a ourense
el itinerario, al regresar, lucía aún más kilométrico;
mi habitáculo, tan microscópico como hermético
este cerebro iba sin pausa en su ritmo enérgico
mientras que estructuraba escenarios hipotéticos
¡ay, caprichosa y avara idea que vertió baba!
por suerte, mi plano expresaba donde estaba
y, cuando tal luna lobregó, del día, las trabas
me fui, nocturnamente, para visitar su alcazaba;
porque, aunque ya tomó mi sortija de compromiso
también poseía presentes que darme quiso;
durísimo quehacer si contamos con el inciso
de que residía en el más alto segundo piso
para allanar tal apuro, más llanos que capos
confeccionamos una polea con varios harapos
que, al descender, vería cómo regalos atrapo;
el primo fue aquel espino navarro tan guapo
aconteció un canje de forma bastante solícita
donde dádivas se intercambiaron con sonrisitas
y, tras ella obsequiarme cual cena una fajita
marqué fin a la aventuresca y precaria visita
rehaciendo aquella trayectoria que ya conocen
tras haber vuelto, mi reloj señalaba al doce
así, soporté tal noche, desprovisto del roce
de sus yemas, en este hotel sin mayor goce
al consecutiva alba, entre almohada y cobijas
desadormecí temprano para sacar las valijas;
luego, les torné el llavín, en actuación prolija
y fui a cierta estación, teniendo senda fija
pero, cuando ya miré, en horizonte, al tren
cayó un comunicado, para mal o para bien
mismo que certificaba, casi al cien por cien
que la princesa saldría del castillo hoy también
solo debía andar a ese híper que ya vi otrora
no obstante, se erigió hostil cualquier demora;
tal margen para ir y tornar era de una hora
mismo tiempo en el que marcharía mi locomotora
¿qué harían ustedes sobre semejante tesitura?
estaba en un brete que enrevesaba la aventura
pero había pasado por aros de menos holgura;
nunca me echaría atrás por medrosas conjeturas
así que, sin tiempo siquiera de pensar croquis
incoé a galopar nada más levantar mi cóccix
y, una vez impregnado con sudor este esmoquin
fui por el portillo automático frente al eroski
dentro, en una sección sobre dulces y confites
capté a ella, tal como comunicaciones remiten
non tenía mucho rato para aplacar mi desquite
así que me arrimaría antes de quedar alpiste
deleité sus buces exasperado, por vez última
hasta despedirme de aquellas pupilas fúlgidas
para, tras todo, abandonar dicha zona pública
dejando atrás a quien más amé, entre súplicas
ahí, en indolencia más incisiva que un cúter
empezó a disip-rs- la silueta de aquel súper
percibiéndome cual bélico que deja su búnker
y afronta esta contienda sin escudo ni súber
portando cierta ajorca con enseña del yang
hui a veloz trote, cual bala que zumba «bang»
hasta que, ya hechos unos doscientos dams
lograría vadear el control hacia aquel tram
entonces, corrí a montar tal vagón y… ¡albricias!
al fin, fui recompensado por mi rauda pericia;
pude sortear la debacle, entre euforia vitalicia
a pesar de que padecía déficits de sus caricias
porque aquel raíl pareció todavía más mustio
ahora que, con un arisco regresar, me angustio;
por esto, juré que tal vuelta era solo el preludio
de un rosario de odiseas, sin cabida al infundio
pero sobrepensar esto ahora no tenía caso;
las pistas hacia alicante me cedían su paso
finalmente, realicé imperioso y rápido traspaso
luego de volverse claro tal umbral del ocaso
cuando pisé tierra, ya iba a finalizar el miércoles
conocidos me abordaron, por mi valía, reconociéndome
y solo sé que fui proclamado como un héroe
aun si, para mí, siempre se trataría de hipérboles
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