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letra de el gato negro (edgar allan poe) - cevladé

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de niño fuí muy bueno, ingenuo y retraído
el traidor amor de mis amigos se había ido
siempre fuí decaído
se reían de mí y no conmigo mas yo era felíz si a un animal daba cariño
su generoso y genuino amor me hacía sentir vivo
ese amor llega directo al corazón de un niño sobre todo si ya probó la falsa amistad del hombre
un ser que yo defino como egoísta y abusivo
yo me casé joven, con mi mujer todo iba bien, teníamos peces, pájaros un perro y un gato también
el gato era hermoso, todo negro, majestuoso
era mi camarada, era mi amigo, era fiel y cariñoso
solo yo lo alimentaba y me seguía a todas partes
nuestra amistad era intrañable hasta que mi carácter
por el demonio de la interperancia se hizo insoportable
día a día me puse más irritable

una noche que volví a casa borracho
me pareció que pluto me evitaba mucho
lo agarré y asustado por mi violencia luchó
me mordió la mano y ahí de mí se apoderó una maldad diabólica impulsada por el vino que estremeció cada fibra de mi ser
así yo, fuí por un cuchillo
sostuve al gato del cuello y deliberadamente hice mierda su ojo
le arranqué el brillo
siento vergüenza y tiemblo al confesar tan horrible evento
el demonio de la interperancia estaba despierto, dentro de mí, satisfecho y riendo

cuando mi razón volvió con la mañana el remordimiento devoraba mis entrañas pero le faltaron ganas
no alcanzó a tocar mi alma, así que ahogué con vino esos recuerdos, fue como si nada
el gato mejoraba lentamente, aunque la cuenca de su ojo sangraba frecuentemente
al menos su dolor no era evidente, aunque al verme, huía de mí, obvio, ya nada era como antes

me sentía agraviado por la antipatía que me tenía un animal que antes tanto me quería
hasta que entró en mí el demonio de la perversidad que es inherente al hombre tanto como lo es la soledad
dime, quién no ha hecho el mal por el gusto de hacerlo?
romper el reglamento tan solo por tenerlo
es tendencia natural no querer, no aceptar lo impuesto y transgradir pues acatar siempre es molesto
ese anhelo intrínsico del mal por el mal mismo
me empujó unido al demonio de mi alcoholismo
y a lo irritable que me ponía la antipatía del animal a consumar el suplicio inflinjido en modo criminal

una mañana a sangre fría, confieso, le pasé un lazo por el pescuezo
con lágrimas en los ojos y remordimiento en los huesos lo ahorqué en la rama de un cerezo
lo ahorqué porque lo había querido, porque no habían motivos
porque sabía que la moral lo había prohibido
porque era un pecado definitivo más allá de la piedad de cualquier dios, sea piadoso o vengativo

esa noche me retorcí bebiendo bajo la luz de la vela hasta que me despertaron unos gritos de afuera
mi casa envuelta en llamas caía, ardía entera
mi mujer me salvó a mí del fuego y de la borrachera
al día siguiente visitamos las ruínas, una mult-tud las rodeaba sorprendida
en la pared del fondo de la cocina la imágen de un gato colgado estaba extraordinariamente definida

mi mujer comprendió así que pluto había muerto en el incendio
pero yo, avergonzado en una culpa torturadora implacable y clandestina
era víctima de las apariciones repentinas y súbitas del fantasma de mi ex amig
en todos mis pensamientos y en todos mis actos
ese fantasma me perseguía, me perseguía…

hasta que una noche medio borracho en un bar ví un gato enorme que no me dejaba de mirar
era igual a pluto excepto en algo, pluto era completamente negro y este tenía el pecho blanco
al acariciarlo me ronroneó de inmediato y quise quidarlo pa’ aliviar la culpa por el otro gato
pregunté al dueño del bar que si me lo vendía y me dijo que si tanto lo quería por luca había trato

maldita sopresa al día siguiente al verlo
el maldito gato al igual que pluto era tuerto
por eso mi mujer quiso más quererlo, no fue lo que pensé, lo odié, era ver al gato muerto
su incondicional afecto me irritaba
lentamente ese sentimiento se fundió con la rabia
gradualmente sentí repugnancia hacia él y empecé a huír en silencio de su afecto fiel

el cariño del gato hacía mí crecía, proporcionalmente a la aversión que por él yo sentía
con una testarudez indescriptible me seguía
siempre se me acercaba con sus repugnantes caricias
pero no lo lastimé
lo impidió el recuerdo inborrable del crímen y porque en mi mente un terrible temor hacia él nacía
gracias a en parte a que en la mancha blanca y difusa de su pecho se definía con una rigurosa nitidez en sus contornos
era atróz y siniestro, no me había librao’ del monstruo!!!

con el terror y el remordimiento estaba preso
la mancha era como la marca de un lazo al pescuezo
esa bestia me producía tal angustia, antipatía, sueños horrorosos de día
encarnada pesadilla, en mi corazón oprimía
el maldito me forzaba a padecer su compañía

en la opresión de esos tormentos, de mi intímidad gozaban solo malos pensmientos
los más retorcidos, los más perversos, la tristeza de mi mal humor se hizo aborrecimiento
de todo y todos probocando en mí la amargura del odio, repentinas explosiones de furia y episodios frecuentes de ira desatada
mi mujer fue víctima de mi rabia descontrolada

un día bajando la escalera al sótano el gato se me enredó en los pies y casi caigo
eso me detonó, envuelto en las llamas de la furia y del rencor tomé un hacha y casi le doy con toda la fuerza del dolor
mi mujer desvió el golpe, sentí ira maniáca, y una explosión de rabia demoniáca con un ardor infernal como el de la peor tristeza dejé caer el hacha con la fuerza del infierno en su cabeza
cayó muerta a mis pies y yo casi sin saber a sangre fría pensé en cómo desaparecer el cadaver
descuartizarlo, enterrarlo, quemarlo, comerlo? uhmm… emparedarlo, la mejor solución pa’ esconderlo

demolí una pared y tras ella puse el cadaver tíbio
luego la reconstruí ladrillo a ladrillo, miré conforme el trabajo, niún solo rastro
limpié la sangre y de inmediato fuí en busca del monstruo

el astuto animal parecía haber huído
es indescriptible el profundo y felíz sentimiento de alivio
no apareció y por primera vez desde que llegó, esta noche dormí, descansé, se había ido!
pasaron días…
mi atormentador seguía ausente, respiré libre, había huído para siempre
ahora estaba segura mi felicidad futura, no había amargura, no había peligro latente

vinieron policías para una rigurosa inspección
registraron varias veces y me tomaron declaración
no hayaron nada y quedaron satisfechos
era tanto el goze que quemaba de placer mi pecho

mi mujer me dejó, dije, y se lo creyeron
disponíanse a marchar tranquilos pero no se fueron
esque el júbilo de mí se apoderó
ardía entero en deseos de decir una palabra de triúnfo al menos

caballeros, dije, cuando ya se iban
me alegra haber disipado las sospechas de eso que investigan, por cierto, vieron bien mi casa?
la solidéz de estas paredes tan bien construidas?
entonces empujado por mi júbilo animal
y mi soberbia golpee sobre el muro tras el cual estaba el cadaver de mi esposa y ahí me congelé
que dios me proteja por lo que provoqué
apenas terminado el eco de mi golpe en el muro una voz me contestó desde la tumba
estoy seguro, un quejido ahogado entre cortado como un llanto
se convirtió en un largo, agudo y contínuo grito de espanto

era anormal, inhumano, un aullido, un alarido que jumbroso era horror y triúnfo unidos
como surgido en el infierno de la garganta de un condenado o de un demonio gozoso en la condena por mil pecados
los policías paralizados por la angustia más profunda
con vértigo caí mirando atónito la tumba y como de inmediato el muro derrumbaban
yo como nunca temblaba pues en frente de mí, ahí estaba
de pie el cadaver de mi amada pudriéndose y cubierto de sangre coagulada
ante nuestras espectantes miradas y sobre su cabeza con su enorme boca roja abierta estaba agazapada
la bestia con su único ojo de fuego
su astucia al asesinato me llevó luego
su horrible voz delatora al verdugo me entregó
mi corazón de odio impregnó el maldito gato negro
así comprendí que nunca habría paz, nunca
su maullido infernal en mi cabeza aún retumba
mi esposa y la bestia se encontraban juntas
yo había emparedado al monstruo en la tumba…

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